lunes, 15 de julio de 2013

Colectivo Vega- ELIMINANDO LAS PRESTACIONES SOCIALES BÁSICAS (Y CÓMO HACER PARA QUE PAREZCA UN ACCIDENTE)

¿Para qué invertir en prevención si podemos llamarlo “gasto” y suprimirlo? Sencillo: para hacer negocio con la miseria de la gente. Así de crudo.
Y así de claro. Al más puro estilo de las películas de gángsters, hacen desaparecer también los Sistemas de Prevención y Atención Básica. La última víctima, el Servicio de Ayuda a Domicilio Básica.
Invertir (este término lo entienden bien quienes sólo piensan en términos de economía de empresa desde las administraciones públicas) en prevención es un mal negocio cuando es tan suculento recaudar en los recursos especializados y centros que se dedican a intentar paliar las consecuencias de la desatención social.

El hecho de que, mediante las modernas armas llamadas leyes, decretos y órdenes, se le pegue desde el Gobierno de Cospedal el tiro de gracia al Servicio de Ayuda a Domicio Básica debería ser, por sí solo, motivo de levantamiento popular contra quienes agreden de forma directa a tantas personas en situación de vulnerabilidad social. Y de levantamiento también contra todo aquel que se permite el lujo de defenderlo a nivel municipal o cualquier otro.
La Ayuda a Domicilio, que dejará de existir el 31 de diciembre, ha sido el mejor recurso de prevención de las situaciones de exclusión, de abandono, de dependencia, de promoción de la autonomía, de mejora de la calidad de vida de las personas que querían permanecer en su entorno social en unas condiciones dignas. Las auxiliares de Ayuda a Domicilio (lo decimos en femenino ya que la inmensa mayoría de profesionales que desarrollan esta tarea son mujeres) han sido durante muchos años el principal apoyo de las personas que necesitan ayudas puntuales, pero sobre todo han sido un recurso de refuerzo emocional básico, convirtiéndose en la mayoría de los casos en personas imprescindibles y con un grado de complicidad y confianza muy superior en numerosos casos al de sus propias familias.
Esto se terminó. Se fusiló mediante decreto. La Ayuda a Domicilio sólo será una prestación dentro de la mal llamada Ley de Dependencia. Y, con los sucesivos recortes y el endurecimiento de las condiciones de acceso al Sistema de la Dependencia que desde hace años se vienen practicando, quiere decir que si no estás encamado o aún no has perdido la cabeza del todo, difícilmente podrás disfrutar de un recurso que era principalmente preventivo y que sólo quedará ya como una manera de ayudar al cuidador/a principal de alguien que necesita atención permanente.
Y es que hace años que este recurso dejó de extenderse y se paralizó en cuanto a su financiación cuando debería haberse extendido y mejorado año tras año. Y se creó un sistema de gestión que hizo que no se pudieran incorporar al Servicio de Ayuda a Domicilio todas las personas que lo necesitaban, si no que sólo los que tenían la suerte de solicitarlo cuando alguien se daba de baja. No se apostó tampoco por tratar de que ser auxiliar de Ayuda a Domicilio en los municipios más pequeños tuviera un salario que permitiera llegar a fin de mes, si no que nos encontramos con innumerables profesionales con formación y contratos por horas que en muchos casos suponen 1 hora diaria de trabajo con suerte.
Para mayor escarnio, debemos saber que es el único recurso social de atención y prevención primaria a personas mayores y colectivos vulnerables que existe en la mayoría de los municipios más pequeños de la región.
Otra consecuencia que produce pavor y que seguro que han tenido en cuenta nuestros responsables de la política social es que por mucho que desaparezca el derecho a tener una Ayuda a Domicilio (y el recurso), la necesidad seguirá siendo la misma o mayor, por lo que quedan dos alternativas para las personas a las que se les abandona ahora a su suerte: que no tengan dinero para solucionar por sí mismas la nueva situación de desprecio institucional (que se mueran de asco o que se jodan, como diría alguna diputada tristemente famosa ya) o bien que tengan dinero para hacerlo. En este último caso, no les quedará más remedio que emplear su dinero fomentando los acuerdos entre personas para que alguien venga “a atenderme”, con lo que supone de aumento de dinero negro, de mercado negro, de abusos, de pérdida de derechos de las trabajadoras, de pérdida de cotizaciones a la Seguridad Social, de falta de cobertura de los accidentes laborales, etc. Vamos, que parezca que aquí no ha pasado nada.
Somos ganado. Somos mercancía. Somos víctimas colaterales de sus políticas salvajes donde sólo vale el dinero. Somos el “tonto útil” al que sangrar a costa de nuestra propia salud y bienestar social. En fin, todo un avance de nuestra sociedad tan expléndida.
Una cosa más: si alguien de tu entorno justifica este tipo de medidas por falta de dinero o por que consideran que estos son derechos que sólo deberían disfrutar cuatro personas por ser las más jodidas, ten en cuenta que esa persona desprecia los más elementales derechos humanos y sociales y le da igual lo que les pase a las personas que no son ella misma. Por lo tanto, actúa con ella en consecuencia.
Un Estado que no protege a las personas más vulnerables no debe ser protegido (ni justificado).


Castilla-La Mancha, 15 de julio de 2013
Colectivo Vega

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